Los mejores tiempos

Those were the days my friend

We thought they’d never end

‒Rola de Mary Hopkin basada en una canción tradicional rusa.

Existe una especie de movimiento “primitivista” (vamos a llamarlo de alguna manera) que se empeña en afirmar que los tiempos pasados fueron los mejores.

Antes no vivíamos tan estresados, había más seguridad, la vida era más fácil, la gente comía mejor… Conceptos como los anteriores son vertidos con la mirada perdida en la lontananza y los ojos vibrando por causa de una inminente lágrima.

La humanidad -toda- tiene esa gran habilidad para mirar al pasado, limpiarlo de todo evento terrible, trágico, triste o aburrido, para transformarlo en “los mejores años”, donde todo era risas y felicidad.

Ojo: con todo lo que voy a escribir a continuación no quiero decir que, al día de hoy, vivimos en la utopía, que los problemas son mínimos y que todos estamos viviendo el sueño. Es tan sólo una reflexión de lo que representa estar vivo a principios del siglo XXI contra otras épocas de la humanidad.

Me gustaría empezar con un tema que ahora damos por sentado: la información.

Desde el descubrimiento de una escritura más o menos práctica en la mesopotamia de los albores de la humanidad, la capacidad de leer siempre fue privilegio de algunos. Los secretos de la escritura estaban reservados a los sacerdotes y a las clases dirigentes ya que la información representaba un acceso directo a ideas que muchas veces no eran de la conveniencia de las clases dominantes.

Los libros eran tenidos como artículos casi divinos y a la palabra escrita como una especie de magia. Por ejemplo, hasta la fecha la Cábala es tenida por algunos como una forma de magia-religión, cuando no es más que un culto a la palabra escrita.

Uno de los grandes pecados de Lutero fue el de traducir la Biblia a lengua vernácula (alemán de la calle). El gran miedo de la jerarquía católica era el que la gente se diera cuenta de las contradicciones, mentiras y fábulas contenidas en un libro al que calificaban como “divino”.

Y es que la lectura, que es la puerta al conocimiento, es una de las más grandes armas que tiene la gente común para mejorar su situación, comprender su entorno y buscar mejores opciones.

Estamos en una época en que el conocimiento se encuentra disponible de una manera sin precedente: desde la receta de los chiles en nogada, pasando por asuntos de la vida diaria, hobbies y pequeñas habilidades, hasta los grandes temas de la ciencia y la tecnología.

Gracias a Internet hoy es posible acceder a todo tipo de conocimiento de manera automática.

Es por ello que muchos idealistas están empeñados en lograr que Internet se transforme en un derecho universal y que todos los seres humanos podamos acceder a éste. Es por ello que algunas naciones tratan, a toda costa, de evitar que sus ciudadanos circulen de manera libre por los pasillos electrónicos de la red.

Porque Internet es conocimiento y el conocimiento es libertad.

Antes el conocimiento estaba codificado en libros que eran prácticamente inaccesibles a la gran mayoría, ocultos en bibliotecas prohibidas. Hoy el conocimiento está a la mano (literalmente) y disponible para el que lo quiera encontrar y utilizar.

¿Los tiempos antiguos fueron mejores?

Sinceramente lo dudo, y en este espacio vamos a ver por qué.

[Continuará]

Foto de Roman Kraft en Unsplash

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